San Juan Bosco nació en Castelnuovo, Italia, al norte de
Roma.
Su padre Francisco, un
sencillo campesino, murió cuando Juanito apenas tenía dos años y medio. La
mamá, Margarita, analfabeta y muy pobre, tuvo que encargarse ella sola de
levantar a sus dos pequeños hijos, Juan y José, y al hermanastro Antonio, hijo
de un primer matrimonio de Francisco, y cuidar además de la anciana suegra,
paralizada en una silla.
Mamá Margarita resultó ser una
gran educadora. En casa tenían que aguantar hambre y faltaban muchas cosas
materiales pero había mucho amor y una gran religiosidad. Cada madrugada se
rezaba el rosario y Juanito Bosco ya a los seis años lo sabía entonar muy bien.
Cada noche se leía la vida de un santo y una página de alguna publicación que
hablara de misiones o de misioneros.
Juanito Bosco deseaba mucho
estudiar pero en la vereda no existían escuelas y no había dinero para ir al
pueblo a estudiar. Un tío campesino le enseñó a leer, y el niño Bosco empleaba
todas las horas libres que le dejaban los trabajos del campo en leer y aprender
el catecismo y la Historia Sagrada.
A los 9 años tiene Juanito Bosco el primero de sus 159
sueños proféticos. Se le aparece Nuestro Señor junto con la Virgen María y le
presentan un montón de fieras que luego se convierten en corderos. Luego le
muestra una multitud de jóvenes y le dicen: ""Este será tu oficio:
cambiar jóvenes tan difíciles como fieras, en buenos cristianos tan dóciles
como corderitos"".
A Juan Bosco sus estudios le cuestan verdaderos sacrificios.
No porque no tuviera cualidades, pues poseía una memoria prodigiosa que le
permitía recordar todo lo que leía y escuchaba, sino porque su pobreza era
total. Tuvo que pedir limosnas entre los vecinos para poder asistir al colegio.
Nunca supo lo que fue comprar libros nuevos o estrenar vestidos. Todo era de
segunda mano. Pero esta pobreza lo hará enormemente comprensivo más tarde con
los jóvenes pobres carentes de medios económicos para poder estudiar, y lo
llevará a dedicar toda su vida a procurar facilidades de estudio para los niños
más necesitados.
Una cualidad admirable: su interés por la salvación de la
juventud. El entusiasmo de San Bosco por la juventud es más único que raro.
Desde su infancia ejerce una influencia muy notoria entre sus compañeros. Niño
que se hacía amigo de Juanito Bosco se hacía mejor. Y después durante los 47
años de su sacerdocio parece que no vive sino para la juventud. Se gana de tal
manera el cariño de los jóvenes, que es difícil encontrar en toda la historia
de la humanidad, después de Jesús, un educador que haya sido tan amado como Don
Bosco. Los jóvenes llegaban hasta pelear unos contra otros afirmando cada uno
que a él lo amaba el santo más que a los demás. En su trato era puro como un
ángel, pero extraordinariamente afectuoso. Todos se daban cuenta de que su
preocupación era salvar el alma de cada uno de sus discípulos, y para lograr
esto estaba resuelto a cualquier sacrificio por grande que fuera.
Otra cualidad impresionante de Don Bosco fue su alegría. Los
muchachos de la calle lo llamaban: ""Ese es el Padre que siempre está
alegre. El Padre de los cuentos bonitos"". Su sonrisa era de siempre.
Nadie lo encontraba jamás de mal humor y nunca se le escuchaba una palabra dura
o humillante. Hablar con él la primera vez era quedar ya de amigo suyo para
toda la vida.
Con algunos de los muchachos pobres que iba educando logró
fundar una Comunidad para educar a la juventud pobre. A sus religiosos les puso
el nombre de ""Salesianos"" en honor del santo más amable
que ha existido después de Jesucristo: San Francisco de Sales. Es que
necesitaba que sus educadores imitaran a este amable santo en tratar bien a los
destinatarios. Los salesianos son ahora 17,000 en 105 países, con 1,300
colegios y 300 parroquias.
También fundó San Juan Bosco a las Hermanas Salesianas,
Hijas de María Auxiliadora, las cuales son 16,000 en 75 países y se dedican a
educar a la juventud pobre.
Una labor queridísima para Don Bosco fue siempre la difusión
de las buenas lecturas. El mismo escribió más de 40 libros y uno de ellos, el
que se titula: ""El joven Instruido"", alcanzó durante la
vida de su autor más de 50 ediciones y llegó al millón de ejemplares, lo cual
era mucho para el siglo pasado cuando la imprenta no estaba tan desarrollada
como ahora. El decía que Dios lo había enviado al mundo para educar a los
jóvenes pobres y para propagar buenos libros. Sus salesianos tienen ahora en el
mundo 65 imprentas y publican millones de libros religiosos a precios módicos
para el pueblo. Los escritos de San Juan Bosco agradaban mucho a la gente
porque eran sumamente sencillos y fáciles de entender. El santo repetía:
""Propagad buenos libros. Sólo en el cielo sabréis el gran bien que
produce una buena lectura"".
Otra gran obra de San Juan Bosco fue su trabajo por las
Vocaciones Sacerdotales. Al final de su vida hizo cuentas y llegó a constatar
que seis mil de sus discípulos se hicieron sacerdotes. Es una cifra difícil de
igualar en la vida de un apóstol. Ojalá Dios nos concediera poder imitarlo en
el apostolado de conseguir vocaciones y de ayudar a quienes manifiestan deseo
de dedicarse al apostolado.
Sus últimas palabras, la noche anterior al día de su muerte
fueron: Jesús, María, mañana, mañana